Publicado en Liverdades
El programa Salvados de este domingo se puede medir
en dos tiempos. Una brevísima introducción en la que Jordi Évole ha conseguido,
puede que por primera vez, el gran objetivo con el que su producto televisivo pretende
querer presentarse ante la audiencia: la confesión. Con Juan Luis Cebrián -por fin-
lo logró. Pero quien verdaderamente demostró escuela fue el primer director de El País, quien desde el primer momento entregó
a Évole lo que buscaba. “Sí, soy establishment”, ¡confesó! Bravo por Évole.
Una vez conseguido,
el resto casi resultó innecesario. Acaso Évole esperaba que Cebrián dijera algo que
no quisiera decir, admitiera algo que no quisiera admitir, y no negara lo que quisiera
negar. Como en el resto de sus programas-entrevista, el periodista ha ejecutado
su particular versión político-justiciera de La máquina de la verdad del
añorado Julián Lago, en el que la verdad se da por probada en las preguntas y
las mentiras acreditadas en las respuestas, o en su ausencia.
Cierto es que,
una vez establecidos (valga la redundancia) los términos de la conversación, ha
resultado soez e igualmente innecesario que Cebrián negara influencia y hasta se
mostrara sorprendido por la autocensura
en periodistas y redactores, que ocurre. Claro que ocurre. Porque, lo cierto, es
que Cebrián no ha negado, por ejemplo, y aunque haya podido parecerlo por la
incomodidad que Évole consigue inocular en sus entrevistados, que ignorar en la
portada de El País el indulto del
Gobierno de Zapatero al banquero Alfredo Sáenz fue una legítima decisión
editorial. Como lo fue dedicar hasta 14 páginas del antaño diario independiente de la mañana a la muerte de Emilio Botín. O
las demoledoras editoriales sobre Pedro Sánchez, en las que ha admitido que
podrían haberse utilizado otros adjetivos, pero de las que en ningún momento ha
renegado. Évole ha pretendido cuestionar decisiones editoriales de Prisa y
Cebrián se ha limitado a dejar sentado que fueron las que fueron. Y que cada uno
es libre de considerarlas como mejor le venga en gana.
El hombre fuerte
de Prisa ha admitido, con no disimulado orgullo, formar parte de las élites del
poder, y compartir mesa, mantel y secretos con lo más granado del who is who español desde los últimos
años del franquismo hasta hoy mismo. Y hasta ha admitido que es más fácil "quitar que poner gobiernos". O presumido de contar con Felipe González o Alfredo Pérez Rubalcaba como consultores de El País. Con ello ha logrado su objetivo al acudir al
interrogatorio de Évole, vender su libro. A cambio, Cebrián no ha esquivado,
sin que por ello el espectador haya obtenido mayor conocimiento o comprensión, asuntos
espinosos como su relación con los papeles de
Panamá o la cuantía de su sueldo
como principal ejecutivo del Grupo Prisa mientras ejecutaba EREs y presentaba
resultado negativos en su gestión. Preguntaba el Évole justiciero. Pero el
también viejo periodista y académico ha venido a responder que no tenía por qué entrar
a discutir sobre su sueldo o sus empresas con el presentador de Salvados. Y hasta ahí llegó la cosa. Respondía el miembro confeso del
establishment.
La contrariedad
de Salvados es que Évole es capaz de
hacer estupendos y seguramente necesarios programas-denuncia sobre lo que todos,
gracias a tantos buenos periodistas, ya sabemos. Pero como entrevistador sigue
albergando en su interior al follonero,
y sus cara a cara acaban siendo como una
suerte de acto de entrega a sus invitados del sobre ciudadano donde se hace constar
que “sabemos lo que hacéis”, con acuse de recibo en forma de pretendida humillación
televisiva. Es la marca de La Sexta, y se repite en otras estrellas como Ana
Pastor, Cristina Pardo o el mismísimo Antonio García Ferreras. Vienen a
contarnos lo que ya sabemos como si nos desvelaran las grandes verdades del
mundo.
Es justo reconocer
que la contumaz equivocación de muchas de sus ‘víctimas’ de maquillar o sortear
lo obvio engrandece de forma exagerada cada intervención de Évole. No es de
extrañar así que Salvados sea considerado por unos como una referencia de periodismo
crítico con la situación social y económica, aunque otros lo observen como un cansino
ajuste de cuentas televisivo entre las bases espectadoras y el establishment.
Cebrián llegó y admitió con
claridad ser un miembro del establishment.
Y se comportó como tal. ¿Qué nos ha aportado, pues, el Salvados de este domingo? Para mí, con toda seguridad, una muy oportuna
observación del presidente de Prisa al fiscal televisivo Évole: “Tú también
eres establishment”. Évole, como muchos
de sus seguidores, parece, o aparenta, no querer asumirlo. Es el fenómeno
del periodismo emergente, paralelo al
de la política emergente. Para reflexionar.