Publicado en Iris Press Magazine.
Si Pedro Sánchez
decide no concurrir a las primarias que decidirán quién ostenta la secretaría
general del PSOE, sus seguidores, los autoproclamados sanchistas, estarían obligados a designar a otro candidato o candidata,
so riesgo de acabar dando la razón a quienes han/hemos visto en ese movimiento de
un sector de las bases del PSOE a un mero grupo de corte caudillista que, como
todos, muere al morir el caudillo.
Ha sido tanto el
fervor del sanchismo en proyectar la -legítima-
imagen de un colectivo numeroso que exige hacerse oír y poder decidir, que una
vez verificado que no ven en Patxi López el modelo de liderazgo fuerte y organización
de corte asambleario al que aspiran, no concurrir con una candidatura propia
dejaría huérfanos a cientos de militantes que concursan con su pronunciamiento rupturista y su carácter refundador.
Se han metido en
un callejón sin salida. Al conseguir una identidad propia y supuestamente ajena
a los usos habituales de la secular democracia participativa del PSOE-que denostan,
descalifican y sitúan en manos de una
oligarquía de barones y generales-, han optado por señalar a quienes no comparten su criterio y parecer
como “dinosaurios” -en el mejor de los casos- o “traidores”-en el peor-. En ambos,
marcando líneas que delimitan, en palabras del propio Pedro Sánchez, dos bandos,
dos, diferenciados y
aparentemente irreconciliables. Las bases,
a cuya totalidad -no sin cierta arrogancia- dicen representar, frente al establishment socialista al que responsabilizan,
con la misma arrogancia, de que Pedro Sánchez no sea Presidente del Gobierno.
Porque el gran
problema del cuerpo general del sanchismo,
es que sus líderes, o los que quedan de ellos, consiguieron hacer bandera de
que su fracaso como líder socialista es el producto de una conspiración de los barones y las viejas glorias del partido
que solo tuvo como objetivo impedir que Sánchez se sentara en La Moncloa, y con
él y junto a él, bajo su liderazgo, “la verdadera izquierda”. De nada sirve
repetir una y mil veces que Pedro Sánchez nunca tuvo opciones reales de
sentarse en La Moncloa. Que el necesario concurso de los partidos
independentistas catalanes exigía inexorablemente -y así se lo recordaban al ex
secretario general un día sí y otro también- unos compromisos que no se podían cumplir y se
situaban al margen de la Ley. Que era imposible que llegara a materializarse y que, por tanto, el camino llevaba irremediablemente
a la disolución de Las Cortes y a la convocatoria de las terceras elecciones en
menos de un año. Y que el PSOE debería concurrir de nuevo con Pedro Sánchez
como cabeza de cartel, con el exclusivo y sin duda extraordinario, histórico, currículo de haber llevado al
partido socialista a dos severas derrotas y a dos fracasos en su intento de
conformar Gobierno, tanto a la derecha en febrero, como a la izquierda en
octubre. Con ese bagaje, ¿de verdad creen los sanchistas que los españoles iban a confiar en el PSOE de Pedro
Sánchez a la tercera?
Lo cierto es tanto
Sánchez como sus más cercanos colaboradores, han logrado la condena de una significativa
porción de la militancia socialista a la
decisión mayoritaria del Comité Federal -no de la Gestora- que optó por valorar
el poder que la actual situación parlamentaria otorga al Partido Socialista, y
no arriesgar más derechos y prestaciones con una más que previsible mayoría absoluta
de la derecha. Fue, con mucha seguridad, la decisión más pragmática, sofista y,
si me apuran, jacobina, que hayan tenido que tomar los dirigentes socialistas desde
que gobierna el Partido Popular. También, en mi opinión, la más práctica y en el
poco agradecido largo plazo, la que mejores réditos habrá ofrecido al pueblo
español y, en consecuencia, al propio socialismo.
Aunque para el sanchismo resulte tan imposible entenderlo como gratis señalar a sus propios
compañeros como “traidores” vendidos a la derecha, a los oligarcas y a oscuros
conglomerados financieros que han torcido la voluntad popular en reuniones palaciegas
de carácter golpista. El discurso del sanchismo
a este respecto tiene más de epopeya que de crónica política.
En su particular épica, el sanchismo reivindica lo que denominan
sin pudor un “congreso de confrontación”, para el que se reclaman vencedores y
vencidos. Un discurso que ha transcendido al propio Pedro Sánchez y en el que
hoy se pueden identificar como referentes a destacadas caras del partido, como los
diputados Odón Elorza, Susana Sumelzo y el valenciano Ávalos, o el notario del colectivo, José Antonio Rodríguez
Salas, a la sazón Alcalde de Jun, entre otros. Si Pedro Sánchez renuncia a
liderar el sanchismo, los que lo han elevado
a movimiento estarán obligados a dar un
paso al frente para no dejar morir, de orfandad,
a la pomposamente autoproclamada rebelión
de las bases. Si no lo hacen, su voz se habrá apagado y la rebelión habrá muerto por incomparecencia dejando solo sillas vacías. Y a ver quién es el valiente que gestiona eso.
Empezando por Pedro Sánchez.