Escrito junto a María Ruipérez. Este texto forma parte del libro El Legado de Pablo Iglesias. desde Chamberí a lo más alto, escrito por J Nico Ferrando y en el que también participan Antonio Miguel Carmona, Mar espinar, Lola Carrión, Macarena Elvira, Martu Garrote y Pedro Reig.
Pocas personas
podrán poner en duda que la entrada del PSOE en las instituciones públicas,
primero en los ayuntamientos, y después en Las Cortes, supuso un antes y un
después para la clase trabajadora española. De ello se habla mucho en este
libro, pues en el texto de nuestro querido Nico, y tras la biografía
“institucional” del abuelo Pablo Iglesias
Posse, subyace la propia biografía
política del Partido Socialista y de la España que vivimos.
La memoria
colectiva de las generaciones que vivimos antes, durante y/o después del yugo
del fascismo, no tuvieron ninguna duda de qué partido era el más adecuado para
pilotar la nave nacional una vez que la Constitución de 1978 instauró, por fin,
la Democracia representativa y el derecho de los ciudadanos de elegir en las
urnas a sus dirigentes y representantes políticos.
35 años después,
hasta quienes han rebautizado despectivamente a nuestra sociedad actual como Régimen del 78, mentirían si, mirando
solos unos años atrás, no son conscientes del sustancial cambio vivido por
nuestro país, y no reconocen la firma del PSOE en todos los aspectos positivos
que lo conforman. Hay quienes tratan de restar valor a lo conseguido. Aseguran
que el mérito reside solo en el contexto histórico y la necesidad de España de
asumir valores y derechos ausentes durante casi cuarenta años. Aciertan en lo
segundo, pero erran en lo primero. Ahora que nuestra aún joven democracia ha
superado en edad al negro periodo de la Dictadura, los españoles saben que
todas las iniciativas legislativas y decisiones ejecutivas que han supuesto
avanzar en nuestros derechos de ciudadanía y en la mejora de nuestra calidad de
vida llevan la marca del PSOE. Unas veces en solitario, y, otras muchas en
consenso con otras fuerzas que también han sido y son depositarios de la
confianza de millones de españoles. De igual manera, no debe existir un solo
español capaz de recordar una medida de progreso de quienes se han alternado en
el Gobierno con los socialistas. Si acaso, desde la óptica progresista pueda
reconocerse al Partido Popular la supresión del servicio militar obligatorio
durante el, empero, tenebroso aznarato.
Tres décadas y un lustro, de avances en
libertades, derechos y prestaciones claramente identificados con los Gobiernos
de Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, y de retrocesos con los de
José María Aznar y -con mayor inquina- de Mariano Rajoy.
Aún así, tanto
la terrible crisis económica como el propio avanzar de la historia, han
generado un estancamiento, un frenazo, en el desarrollo del Estado del
Bienestar y la evolución de esas libertades, derechos y prestaciones, que desde
el compromiso adquirido por el Partido Socialista Obrero Español al ser fundado
por Pablo Iglesias Posse, nunca debe tener fin. Porque el sueño y el objetivo de
todo socialista, antes y ahora, son siempre seguir avanzando en pos de una
sociedad más justa, más redistributiva, más culta, más reivindicativa y,
también, más feliz. Es un frenazo real, que ha sido acusado y respondido por un movimiento emergente que es real, que
pende de una ciudadanía que poco tiene que ver con aquella España sumida en el
letargo del franquismo, y que, por ello, expresa su enfado y reclama de sus dirigentes y
representantes admitir errores y trabajar para continuar caminando por sendas
de desarrollo.
El PSOE puede asumir,
con orgullo, que toda esa ciudadanía que
ha amanecido a la política como consecuencia del ataque a las clases
trabajadoras y a los más desfavorecidos, es el producto de la enorme
transformación social que han procurado sus políticas. Y con preocupación que,
como el propio PSOE, la ciudadanía quiere más. Necesita más. Merece más. Como
han demostrado estos 35 años, más
viene siempre de la mano del PSOE y así debe seguir siendo.
Es una
ciudadanía que vive con preocupación y
sensación de derrumbamiento la crisis del sistema. Como en los primeros años
del siglo pasado, el pueblo está preocupado por sus derechos y su calidad de
vida. La irrupción del PSOE de Pablo Iglesias Posse en las instituciones supuso
llevar esa preocupación ciudadana a los centros de poder e iniciar la
transformación y la vertebración de la sociedad. Más de cien años después, se necesita
como nunca de aquel espíritu que nunca ha abandonado a las bases socialistas
(ni a sus dirigentes, hay que decirlo). En la sempiterna batalla entre las
oligarquías y las clases populares, cala con demasiada facilidad la falsa idea
de que el PSOE forma parte de las oligarquías. Pero es el propio PSOE el que
debe encontrar la vacuna contra ese veneno inoculado por sus adversarios y
alimentado, no hay que negarlo, por sus propios errores. Por ello, el gran reto
de los socialistas del siglo XXI radica, primero, en deshacer la estrategia de
quienes sitúan al partido donde no le corresponde, y, segundo, volver a
demostrar, con humildad, determinación y hechos que están equivocados. Los
socialistas están llamados a recoger de nuevo el testigo y liderar a la
sociedad. A quienes denuncian la institucionalización del PSOE hay que
volver a convencerles de que,
precisamente, ese es su objetivo. Tomar con el apoyo y la confianza popular las
instituciones y desde ellas seguir
transformando la sociedad.
Lo mejor de la
historia moderna de España desde la modesta entrada de Pablo Iglesias Posse
como concejal de Chamberí en el Ayuntamiento de Madrid y en el Congreso de los
Diputados hasta nuestros días, sin restar valor a los malos momentos, a las
decisiones dolorosas -y a las equivocadas, que también las hubo- forma parte
del patrimonio social y político del PSOE. El reto, el verdadero compromiso de
los hombres y mujeres que forman el Partido Socialista Obrero Español, es que
dentro de otros 35 años, las clases trabajadoras y la sociedad en general sigan
teniendo en su memoria histórica la misma impresión. Y poder exhibirla, con orgullo y con más
compromiso.