martes, 21 de febrero de 2017

Los retos del PSOE. El legado de Pablo Iglesias

Escrito junto a María Ruipérez. Este texto forma parte del libro El Legado de Pablo Iglesias. desde Chamberí a lo más alto, escrito por J Nico Ferrando y en el que también participan Antonio Miguel Carmona, Mar espinar, Lola Carrión, Macarena Elvira, Martu Garrote y Pedro Reig.


Pocas personas podrán poner en duda que la entrada del PSOE en las instituciones públicas, primero en los ayuntamientos, y después en Las Cortes, supuso un antes y un después para la clase trabajadora española. De ello se habla mucho en este libro, pues en el texto de nuestro querido Nico, y tras la biografía “institucional” del abuelo Pablo Iglesias Posse, subyace  la propia biografía política del Partido Socialista y de la España que vivimos.


La memoria colectiva de las generaciones que vivimos antes, durante y/o después del yugo del fascismo, no tuvieron ninguna duda de qué partido era el más adecuado para pilotar la nave nacional una vez que la Constitución de 1978 instauró, por fin, la Democracia representativa y el derecho de los ciudadanos de elegir en las urnas a sus dirigentes y representantes políticos.

35 años después, hasta quienes han rebautizado despectivamente a nuestra sociedad actual como Régimen del 78, mentirían si, mirando solos unos años atrás, no son conscientes del sustancial cambio vivido por nuestro país, y no reconocen la firma del PSOE en todos los aspectos positivos que lo conforman. Hay quienes tratan de restar valor a lo conseguido. Aseguran que el mérito reside solo en el contexto histórico y la necesidad de España de asumir valores y derechos ausentes durante casi cuarenta años. Aciertan en lo segundo, pero erran en lo primero. Ahora que nuestra aún joven democracia ha superado en edad al negro periodo de la Dictadura, los españoles saben que todas las iniciativas legislativas y decisiones ejecutivas que han supuesto avanzar en nuestros derechos de ciudadanía y en la mejora de nuestra calidad de vida llevan la marca del PSOE. Unas veces en solitario, y, otras muchas en consenso con otras fuerzas que también han sido y son depositarios de la confianza de millones de españoles. De igual manera, no debe existir un solo español capaz de recordar una medida de progreso de quienes se han alternado en el Gobierno con los socialistas. Si acaso, desde la óptica progresista pueda reconocerse al Partido Popular la supresión del servicio militar obligatorio durante el, empero, tenebroso aznarato. Tres décadas y un lustro,  de avances en libertades, derechos y prestaciones claramente identificados con los Gobiernos de Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, y de retrocesos con los de José María Aznar y -con mayor inquina- de Mariano Rajoy.

Aún así, tanto la terrible crisis económica como el propio avanzar de la historia, han generado un estancamiento, un frenazo, en el desarrollo del Estado del Bienestar y la evolución de esas libertades, derechos y prestaciones, que desde el compromiso adquirido por el Partido Socialista Obrero Español al ser fundado por Pablo Iglesias Posse, nunca debe tener fin. Porque el sueño y el objetivo de todo socialista, antes y ahora, son siempre seguir avanzando en pos de una sociedad más justa, más redistributiva, más culta, más reivindicativa y, también, más feliz. Es un frenazo real, que ha sido acusado y respondido  por un movimiento emergente que es real, que pende de una ciudadanía que poco tiene que ver con aquella España sumida en el letargo del franquismo, y que, por ello, expresa su  enfado y reclama de sus dirigentes y representantes admitir errores y trabajar para continuar caminando por sendas de desarrollo.

El PSOE puede asumir, con orgullo, que  toda esa ciudadanía que ha amanecido a la política como consecuencia del ataque a las clases trabajadoras y a los más desfavorecidos, es el producto de la enorme transformación social que han procurado sus políticas. Y con preocupación que, como el propio PSOE, la ciudadanía quiere más. Necesita más. Merece más. Como han demostrado estos 35 años, más viene siempre de la mano del PSOE y así debe seguir siendo.

Es una ciudadanía  que vive con preocupación y sensación de derrumbamiento la crisis del sistema. Como en los primeros años del siglo pasado, el pueblo está preocupado por sus derechos y su calidad de vida. La irrupción del PSOE de Pablo Iglesias Posse en las instituciones supuso llevar esa preocupación ciudadana a los centros de poder e iniciar la transformación y la vertebración de la sociedad. Más de cien años después, se necesita como nunca de aquel espíritu que nunca ha abandonado a las bases socialistas (ni a sus dirigentes, hay que decirlo). En la sempiterna batalla entre las oligarquías y las clases populares, cala con demasiada facilidad la falsa idea de que el PSOE forma parte de las oligarquías. Pero es el propio PSOE el que debe encontrar la vacuna contra ese veneno inoculado por sus adversarios y alimentado, no hay que negarlo, por sus propios errores. Por ello, el gran reto de los socialistas del siglo XXI radica, primero, en deshacer la estrategia de quienes sitúan al partido donde no le corresponde, y, segundo, volver a demostrar, con humildad, determinación y hechos que están equivocados. Los socialistas están llamados a recoger de nuevo el testigo y liderar a la sociedad. A quienes denuncian la institucionalización del PSOE hay que volver  a convencerles de que, precisamente, ese es su objetivo. Tomar con el apoyo y la confianza popular las instituciones  y desde ellas seguir transformando la sociedad.


Lo mejor de la historia moderna de España desde la modesta entrada de Pablo Iglesias Posse como concejal de Chamberí en el Ayuntamiento de Madrid y en el Congreso de los Diputados hasta nuestros días, sin restar valor a los malos momentos, a las decisiones dolorosas -y a las equivocadas, que también las hubo- forma parte del patrimonio social y político del PSOE. El reto, el verdadero compromiso de los hombres y mujeres que forman el Partido Socialista Obrero Español, es que dentro de otros 35 años, las clases trabajadoras y la sociedad en general sigan teniendo en su memoria histórica la misma impresión.  Y poder exhibirla, con orgullo y con más compromiso.