El debate, a pesar de la poco disimulada acritud entre los dos principales
protagonistas, ha sido un éxito. Para todos. El PSOE es mucho PSOE. Y ayer lo
demostró, una vez más. El ejercicio de apertura y transparencia que supone -con
sus riesgos, que no son pocos- la cita televisada de este lunes, es un ejemplo
a seguir por el resto de partidos, sobre todo por la falange (ver DRAE) de la verdadera izquierda.
El debate lo ganó Susana Díaz. Un encuentro de estas características no lo
gana el más incisivo, ni el más ingenioso, ni el más beligerante, ni el más
llorón. Siquiera el mejor. Lo gana quien sale beneficiado del mismo. Guste más o menos el modelo que representa la secretaria general de los socialistas andaluces y Presidenta de la Junta, es la única de los contendientes que ha
dado pruebas de liderazgo. Gana Susana porque logró mostrar madera de líder, fortaleza
y disposición a compartir un proyecto ganador con las bases socialistas. Son,
al fin y al cabo, quienes el domingo decidirán el futuro inmediato del PSOE
como principal fuerza -o no- de la izquierda en España. Y a quienes se dirigía.
Pero gana, sobre todo, porque es la gran beneficiada de un debate a tres que erróneamente se creyó que se jugaba entre dos únicos jugadores.
Pedro Sánchez es el perdedor de un encuentro que presagiaba un áspero
empate a dos. Aunque se enfundó el "guante blanco" para bajar el tono agresivo, faltón
y despreciativo habitual de los que Podemos
denominar “multitudinarios encuentros con la militancia”, su impostado sosiego
venía cargado de los mismos, tediosos, repetitivos, argumentos que se resumen
en la peregrina idea de que “tú me echaste, por oscuras razones, y yo te lo voy a hacer pagar”. Es su insufrible soniquete travestido de proyecto
político; único y (muy personal). Pedro es el perdedor manifiesto
del único cuerpo a cuerpo al que se ha enfrentado, que, por ser la beneficiaria, ganó Susana. Quien recoge los
beneficios, es el ganador.
Y es que Pedro no contaba que Patxi López, sin ser aliado de la presidenta
andaluza, le arrojara en el debate su insolvencia política. El ex Lehendakari
llegó a mostrase irritado, y espetó con severidad lo harto que están todos los
socialistas de la rastrera campaña sanchista que tacha a compañeros de traidores, vendidos o ratas. “¡Ya
está bien!”, clamó.
Patxi es un caballero socialista. Se mostró firme defendiendo que él
no estaba de acuerdo con la abstención, pero también que, como hombre leal a
las siglas que quiere liderar, entiende sagrada la democracia interna del PSOE.
No se le cayeron los anillos para sacar pecho por haber acatado la decisión de la mayoría del
Comité Federal y haberse abstenido. Porque esa fue la decisión del Partido. Reivindicó con valentía la legitimad del Comité Federal y de la democracia representativa, y advirtió a
Sánchez con gran firmeza que el PSOE no puede tener “un líder sin control”.
Sus planteamientos aturdieron a un sorprendido Sánchez. Esperaba del
vasco una complicidad que no encontró. De hecho, fue López quien le vapuleó.
Susana Díaz le encajó mandobles de libro, por ser ciertos. Pero quien noqueó a
Sánchez, hay que decirlo, fue Patxi.
Pedro Sánchez derrochó ayer, otra vez y tontamente, la oportunidad de presentarse
como un líder sólido. Se mostró indolente, resentido, de ideas
deslavazadas y poca conciencia de partido.
O de Estado. El zasca monumental
por el que serán recordados Pedro Sánchez y el propio debate celebrado en la
sede socialista de Ferraz 70, -como lo fue para Nixon no haberse afeitado y guapaeao debidamente para enfrentarse al
dandi JFK en el primer cara a cara televisado de la historia- vino cuando, ante las insolentes
e infantiles interrupciones de Pedro al modelo de Estado que Patxi intentaba
relatar, se vio sorprendido por un muy enfadado ex compañero de Ejecutiva que decidió parar
su argumentación y acorralar al intrépido y contestatario adversario.
“Vamos a ver, Pedro. ¿Pero tú sabes qué es una Nación?”. Confundido,
balbuceante, cuasi patético, Pedro solo alcanzó a responder -no le quedaba otra
que hacerlo- su ridícula y lapidaria frase "una nación es un
sentimiento", en boca de quien propone liderar la complicada y arriesgada
reforma del Artículo 2 de la Constitución Española, es toda una sentencia del
debate que vimos ayer. Pedro Sánchez murió como alternativa. Devino en pobre
pretendiente sin capacidad de liderar un Estado plurinacional cuya complejidad excede con creces sus capacidades
políticas. Jaque mate. La primera y única vez que se mide como líder con otros compañeros de partido, lo arrollan. Un chasco.
Para más dolor del ya herido de muerte Sánchez, la
sensatez y temple mostrados por Patxi López, permiten al diputado vizcaíno rechazar
el concepto de voto útil al que, con toda seguridad, apelará en los
próximos días -sensiblera y lastimosamente- el beligerante, voluble, lacónico y ayer derrotado Pedro Sánchez. En otro paso fatal, el más cómico y celebrado, el perillán y sibilino Sánchez quiso ningunear a Patxi López, ignorar el debate y
colar su poco subliminal apelación al voto
útil. Apuntó el cañón, sin darse cuenta, a su propia cara. "Tu proyecto es mi proyecto,
y tu ideas son las que forman mi proyecto, Patxi", vino a decir para intentar pescar votos en el caladero de 12.000 avalistas de López, en los que ve, veía, su última tabla de
salvación para la cita del domingo. Pero se topó, otra vez, con una sonora hostia dialéctica que el ex
Lehendakari le infligió: "Si careces de ideas, haces bien en usar las
mías, Pedro". Tocado y hundido.
En las contadas, pero atronadoras, ocasiones que tuvo el candidato vasco para
intervenir en el rifirrafe entre sus otros dos adversarios, Patxi evidenció la
palabrería populista de Sánchez, y le dio varias necesarias lecciones sobre el concepto de
Estado y sobre la responsabilidad que supone liderar una organización de la
magnitud del PSOE. Un partido de Gobierno obligado a huir de pueriles y efectistas parrafadas
dictadas por manuales de marketing para vender móviles, propias de esos concejales
rurales ideados por los añorados Berlanga y Azcona, capaces de decir cosas como
que “no apoyaremos el alcantarillado sin
República”.
Pedro Sánchez mira, miraba, con deseo los
avales de Patxi. Sueña, soñaba, con verlos convertidos en votos para su causa. Su mirada no ve más allá
del 21 de mayo. Para Pedro, ganar las primarias, supone que el proceso
democrático del PSOE, en su peculiar lectura, terminaría el próximo domingo.
Patxi López y sus 12.000 avalistas, saben
que, muy al contrario -lo comenté ayer en este blog-, el 39 Congreso
del PSOE arranca, no termina, con el recuento de votos dentro de cinco días. Rescatada ayer del furibundo sanchismo la secular democracia representativa socialista, los
sufragios que obtenga cada candidato, gane o pierda, pedirán verse reflejados, de
una forma u otra, en el Documento Político y la composición del Comité Federal y la Comisión
Ejecutiva que, democráticamente, salgan del cónclave socialista el 17 o el 18
de Junio. La verdadera cita crucial para el PSOE. En esta tesitura, no hay
apelaciones al voto útil que valgan
para quien, como Patxi López, lidera un modelo de partido y tiene un proyecto
político que poner sobre la mesa. Soñar que los avales de Patxi fortalezcan su ejército anti Susana, no es más que otra
muestra de la escasa cultura de partido -ayer por fin se vio- de Pedro Sánchez.
Resumiendo. El debate deja una Susana Díaz ganadora,
de gran fortaleza, e impulsada por el encuentro de ayer a la secretaría general
del PSOE. Díaz presentará mañana miércoles las aportaciones de su candidatura a la Ponencia Marco
redactada por el PSOE. A pesar de los reproches recibidos por su calendario estratégico, esto le supondrá un plus de notoriedad para lo que resta de
campaña. Y deja a un Patxi López
sólido, también (muy) fortalecido y
necesario, que, sin haberlo planeado, fue el verdugo de Pedro Sánchez. Es muy posible que este último mantenga una parte considerable del numeroso pedrita enfurecido que sus hábiles
campañas de marketing y redes, y sus bravuconas peroratas -cuando no tiene en frente
quien le responda- han logrado crear, sí. Pero ayer su estragia revanchista quedó desactivada y perdió ante la opinión
pública y el electorado español toda nueva oportunidad de ser acogido como candidato a Presidente del Gobierno. Su única y máxima aspiración, con o sin PSOE.
Así fueron las cosas. O así las vi yo, y así las cuento.
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Así fueron las cosas. O así las vi yo, y así las cuento.
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PD.-
Aviso para navegantes: Francina se pide primer la herencia de Pedro.