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a Moción
de Censura ha
fracasado. Rajoy sigue siendo Presidente del Gobierno. Aparentemente
fortalecido y arropado por 170 diputados que defienden su continuidad en La
Moncloa. Sólo 82 de los 350 que conforman el Hemiciclo le han pedido que se
vaya. 98 diputados, incluidos los del PSOE, se han puesto de lado y permitido
con su abstención (“abstenerse tampoco es tan grave”, ha llegado a decir el
socialista José Luis Ábalos en su esperada intervención), que el PP se mantenga
en el Gobierno.
No puede, empero, decirse que Podemos haya fracasado. A solo tres días del Congreso del PSOE, Irene Montero abrió con
fuerza la #MociónParaEcharlos. Ejerció
con solvencia y efectividad su función de crear un contexto en la Cámara Baja
(y en el país) sobre el que sostener la Moción. Lo logró sin las estridencias
que se esperaban del Podemos chusco que unos días antes denostaba el Parlamento
y trasladaba la única victoria “posible” a las calles. Montero cumplió. El
Presidente del Gobierno -y del PP- no logró neutralizar el pliego de
acusaciones de la que se reveló como nueva estrella del parlamentarismo
español. Al contrario, y a su pesar, acusó recibo y dio carta de naturaleza al
Debate de Censura.
El Pablo
Iglesias que se propuso como Presidente del Gobierno no tenía nada que ver con
el diputado gamberro y faltón que el año pasado arrojó cal viva sobre los
escaños del PSOE, buscando el sorpasso.
El Pablo Iglesias de este martes
y trece se ha
manifestado como el líder de la formación política que ha sabido describir un
país secuestrado en una situación insostenible, y ha señalado con acierto al
único responsable: el Partido Popular.
La
degradación de las instituciones públicas ha rebasado todos los límites por la
osadía de un PP que ha despreciado el voto de confianza que, a pesar de todo,
recibió en diciembre de 2015 y junio 2016. En minoría y debilidad, los charranes han sido incapaces de resistirse a
la tentación de seguir actuando como si el Estado fuera su feudo.
Han
sobrepasado su probada temeridad, e incrementado a ojos vista su manipulación
de los estamentos judiciales ante el envenado calendario judicial que se cierne
sobre decenas de populares de ilustre nombre. Y, ahora sí,
salpica al Gobierno. De cada nuevo escándalo surge un nuevo hilo de
investigación que da cobertura a la
trama como argumento. A Rajoy
se le ha ido de las manos. Ya no puede seguir esgrimiendo como excusa su
esquizofrénica dualidad como presidente del Gobierno y del PP. No hay
separación. El Gobierno ya es protagonista directo de la asfixiante corrupción.
Raciona con una mano sólidos argumentarios sobre transparencia y
prevención, mientras con la otra maneja los resortes del Poder Judicial para
que sus propias medidas no se vuelvan contra ellos.
Establecer
el grado de degradación al que ha llegado este país, y dejar constancia del
mismo en el Diario de Sesiones, es el primer gran éxito de la Moción de Censura.
S
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ituar al nuevo PSOE en el punto de partida que
dio pie a la cruenta batalla
de las Primarias es el
segundo. “La
verdadera moción de censura tuvo lugar en marzo de 2016”, acertó
a lamentar el secretario de organización in
pectore del nuevo PSOE. El lacónico canutazo de Ábalos llegó por los pelos a los
informativos mientras en el Congreso se estaba celebrando un banquete
de Platón al que los socialistas llegaron a los postres y cuando
los comensales ya habían expresado sus alabanzas. Y eso que Joan Tardà prácticamente llegó a anunciar la proclamación de la República Catalana si el referéndum ilegal del 1 de octubre así lo ordena, sin que la bancada popular organizara una de sus habituales algaradas. Ya en el desayuno, un Ábalos conciliador y paternalista, realista y
preciso, pronunció la frase por la que será recordado el ya ungido número
tres del PSOE: “A veces
abstenerse tampoco es tan grave”. Revelación que acompañó esgrimiendo
un documento interno publicado por Público el pasado 29 de mayo, que, en
el imaginario del Ábalos, desmontaba todo lo escuchado en el Hemiciclo el día
anterior. Bien leídos, los papeles
de Podemos muestran una
estrategia y un calendario que Iglesias y los suyos están ejecutando con
precisión de orquesta sinfónica.
.@abalosmeco: Podemos no se da cuenta de que la verdadera #MociónDeCensura se produjo en 2016https://t.co/xgY5UfYvXk— PSOE (@PSOE) 13 de junio de 2017
Lo cierto
es que, en ausencia del PSOE, Podemos ha logrado trasladar a la calle, sin
aspavientos ni gamberradas, lo oportuno de una medida como la Moción de
Censura. Tanto la exposición de motivos de Irene Montero como las propuestas de
Pablo Iglesias entran dentro de lo razonable. Cuanto menos, de lo debatible.
Incluso en la temida cuestión territorial. Al extremo que los portavoces de
Bildu y ERC, más que anunciar, riñeron con amargor los síes “críticos” que aportaron a la moción.
Defraudados por la nula complicidad del Candidato para con la causa y el
calendario secesionista. Iglesias supo endosar al Partido Popular el
insostenible grado de enfrentamiento y el haber dado alas al Process, y se ofreció
dispuesto a explorar, desde otra óptica de Gobierno y voluntad de consenso,
vías para dialogar un encaje dentro de la legalidad que satisfaga “a todas las
partes”, y que enfríe el deseo de los catalanes “que quieren irse de España”.
A
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lbert
Rivera ha sido el más beneficiado del Debate. El joven líder de Ciudadanos supo
interpretarse con habilidad como una suerte de Macron español. Mostró que, con
sus 32 diputados, es quien maneja los ases de la cruda partida que está
suponiendo la XII Legislatura. Sin ellos, sólo un acuerdo extra constitucional
entre los partidos de la izquierda y las fuerzas secesionistas (incluidos los
abstencionistas del PdeCAT) podría poner fin, hoy mismo, al Gobierno del
Partido Popular. Rivera sabe que es un acuerdo imposible al que el PSOE, con o
sin Pedro Sánchez al frente, siquiera puede asomarse. Cualquier alternativa
plausible pasa irremisiblemente por la mesa del presidente de Ciudadanos. Si
el PP es el problema, vino a defender Rivera, esto no va de ideologías. Va de
compromisos que excluyen cualquier veto a los LibDem españoles. Ante quien no admita la
inexorable realidad, Rivera defendió sin rubor ni turbación alguna su no a la Moción de Censura, y reclamó que
continúe la Legislatura. Que cada uno haga lo que pueda para que sea la última
del PP. Cree su caparazón ideológico y propositivo, e intente ganar las
próximas elecciones. Si no tienen ustedes una propuesta mejor, por favor… no
molesten. Estamos legislando. Ciudadanos votó no.
Rajoy
seguirá gestionado la inevitable e irreversible decrepitud del PP desde La
Moncloa; cómodamente, a la española. Iglesias no pierde ni un ápice de
apoyo y roba con habilidad para Podemos el cartel del pacto a
la portuguesa. Rivera acomoda un contenedor para votos del PP y del
PSOE. A la francesa. Y los socialistas salen
de la Moción atrapados de nuevo en la extravagante abstención sin obtener
ningún rédito político. Pergeñando el férreo blindaje de Ferraz. A la Sánchez.
La moción,
estratégicamente situada en el calendario congresual del PSOE, exigía un
rotundo no de los
socialistas. No hay caminos alternativos por imposición. No son efectivos.
Podemos ha atinado trasladando que la suma de síes y abstención superaban a los 170 noes.
Pablo Iglesias ha legitimado su artimaña parlamentaria, y confirmado sus
propias declaraciones a El
Progreso, convencido de que, efectivamente “la moción de censura
ya ha triunfado donde tiene que triunfar, que es a nivel social (...)”. El #39Congreso y el
regreso del nuevo y podemizado Sánchez, apenas infligirán
un leve arañazo en las filas y el electorado de los morados. Iglesias se ha
erigido en líder de facto de
la Oposición. Al menos, a la espera de que un Pedro Sánchez autoexcluido del
Hemiciclo defina estrategia y espadachines parlamentarios. Iglesias ha
perpetrado con audacia el sorpasso psicológico,
y lo ha acompañado de palabras conciliadoras, el abrazo del oso, para el
secretario general de los socialistas, al que ha ofrecido “la fuerza de
Podemos” si quiere alzarse con éxito como ariete de la que expone como ya
iniciada derrota de régimen popular.
Al mismo tiempo, la poderosa maquinaria 2.0 de los círculos eleva a recurrentes trending topics etiquetas como #HayAlternativaAlPP (o #IreneEresEjemplo), y convierte en
una auténtica pesadilla el time
line de Pedro Sánchez en las redes sociales a cuenta de la nueva
abstención del PSOE. Habrá que esperar al próximo domingo para
conocer "la alternativa" de Pedro Sánchez.
España y la izquierda necesitan hoy más que nunca al @PSOE. #SomosLaIzquierda de gobierno frente al PP. La alternativa está en marcha ✊️🌹 pic.twitter.com/8caLIy7Uc1— Pedro Sánchez (@sanchezcastejon) 13 de junio de 2017
Sánchez llegará al Pabellón 3 de Ifema forzado a
superar el previsible “exijo la inmediata dimisión del Presidente de Gobierno” [Fin
de la cita, ovación y aplausos] con el que se da por hecho que
responderá a las exigentes redes sociales que le recuerdan insistentemente
que...
La primera medida que tomaré como Secretario General será pedir la dimisión de Mariano Rajoy.#ACoruña #AquíEstáLaIzquierda pic.twitter.com/h44HrurDZS— Pedro Sánchez (@sanchezcastejon) 15 de mayo de 2017
En su carta El
PSOE siempre a la altura, publicada este jueves en El Mundo, el
líder socialista ha manifestado “abiertamente” su voluntad de “conseguir cuanto
antes una amplia mayoría parlamentaria en el Congreso”. Y, en cierto modo ha
compartido, en forma de advertencia, la reflexión ya planteada por Albert
Rivera: “Si continúan los vetos buscaré decididamente ese apoyo mayoritario al
cambio en las urnas”, ha escrito. En su epístola, el
resucitado Sánchez ha anunciado ”una oposición al servicio de la mayoría
social” y “una alternativa solvente” para la que generará “un espacio de
encuentro con las fuerzas del cambio y los actores sociales”. Y para que no
quepa duda, ha añadido algo de metodología: “A crear ese espacio de diálogo y
trabajo parlamentario conjunto llamaremos a las fuerzas del cambio y a los
colectivos sociales”. Puro Sánchez.
Albert Rivera, ha rechazado cualquier pacto con “el sectario Pablo Iglesias”, aunque haya deslizado -con maliciosa audacia- no saber “qué pasaría” con Errejón “u otros liderazgos”. "Hay que ganar a los conservadores en las urnas", ha dicho para reiterar su posición en la Moción de Censura, escogiendo con olfato y gran acierto sus palabras.
Albert Rivera, ha rechazado cualquier pacto con “el sectario Pablo Iglesias”, aunque haya deslizado -con maliciosa audacia- no saber “qué pasaría” con Errejón “u otros liderazgos”. "Hay que ganar a los conservadores en las urnas", ha dicho para reiterar su posición en la Moción de Censura, escogiendo con olfato y gran acierto sus palabras.
El irónico calendario político ha situado de nuevo a Pedro
Sánchez en la tesitura de tener que convencer a Podemos, y no a Ciudadanos, si es que pretende liderar una alternativa a Mariano Rajoy sin haber ganado las elecciones generales. Dèjá vu. Aunque si algo ha demostrado
Sánchez, y hay que reconocérselo, es su capacidad de renacer una y otra vez en
la adversidad. Pero en todas sus reencarnaciones se encuentra con los mismos
actores, Mariano, Albert, Pablo, Puigdemont, Tardá… viviendo aún su primera y
única, la misma, vida política. Sánchez ha querido que el 39 Congreso
diera marcha atrás en el tiempo para reescribir el 1 de octubre de 2016. Pero el delorian se ha pasado de frenada y le ha
situado, otra vez, en marzo de 2016. El día de la
marmota.
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A
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hora que la Oposición al Gobierno ha regresado de las calles al Parlamento, aquí
el único que se expresa con claridad es, como siempre, el imbatible Mariano Rajoy.