jueves, 27 de julio de 2017

Balas de salva

Editorial publicado en El Obrero

El tratamiento informativo recibido por la declaración del presidente del Gobierno en la Audiencia Nacional había logrado generar tanta expectación en el plano político, como decepción -incluso frustración- ha acabado obteniendo.
Mariano Rajoy salió ayer de la Audiencia Nacional exactamente igual que entró. Para quienes ya no albergan ninguna duda de que, por activa o por pasiva, la gran muralla de protección de la corrupción en este país reside en Génova 13, el Rajoy que salió de la Audiencia, tras declarar por la trama Gürtel, era exactamente el mismo que entró en coche dos horas antes.
Rajoy entró y ha salido como simple testigo circunstancial de hechos, posiblemente cometidos por otros compañeros de partido, en tiempo y lugar compartidos. Quienes creían que la "pena de telediario" haría alguna mella en el hoy presidente del Partido Popular y del Gobierno, tendrán que esperar una mejor oportunidad.
Si atendemos a cómo se ha venido desarrollando el relato de la trama Gürtel, y las respuestas de medios y partidos de la oposición -hasta de Ciudadanos-, el imaginario informativo parecía haber anunciado el juicio de Kafka, que Rajoy parecía no saber por qué estaba allí. Al punto de interrumpir algunas vacaciones al grito de "¡más periodismo!". Pero el presidente del Gobierno no iba en calidad de acusado, ni siquiera de imputado o investigado. Preguntas realmente incómodas se solventaban en cuestión de segundos.
- ¿Cobraban ustedes en negro?
- Pues mire usted, no.
- ¿Es usted la equis de la trama Gürtel?
- Pues mire usted, tampoco.
- ¿Sabe usted algo?
- No me consta. Y, además, no me acuerdo.
Fin de la cita.
El daño infligido al Partido Popular y al propio presidente por esas dos cuestiones, lo lleva supurando Mariano Rajoy desde antes de las elecciones de diciembre de 2015. Acudir a responder como testigo preguntas por esas cuestiones, en un foro en el que se acusa a otras personas por los hechos juzgados, está por probar que realmente hayan agravado la herida.
Rajoy formaba parte del mismo equipo que, presuntamente, albergaba el epicentro de la corrupción política organizada. No es que Rajoy haya salido airoso de la poco edificante declaración ante el juez. Es que no ha salido más dañado de lo que ya venía, y en las actuales y asfixiantes circunstancias del PP, es más un triunfo que un demérito.
Rajoy no acudió a la Audiencia como acusado. Y no salió, como algunos medios y tertulias -no pocos- habían especulado, como investigado. Tras "colaborar con la Justicia" en el día y hora que su agenda había señalado, se fue a un acto de partido en el que fue el gran protagonista de Génova 13 por el importantísimo y esperado Pacto de Estado contra la Violencia de Género. Bárcenas, la Gürtel y algunos ministros, le han hecho pasar al presidente días mucho peores en la Carrera de San Jerónimo que el de ayer en San Fernando de Henares.
Al Congreso, hábil y 'sorpassivamente,- ha pedido devolverlo de forma inmediata el astuto líder de Podemos, Pablo Iglesias, quien parecía haber pactado con su nuevo aliado el uso de armamento pesado, pero entendió inútil gastar -sin rédito de víctimas ni rehenes- munición de alto calibre. Porque nadie duda que esta será necesaria más pronto que tarde. Iglesias optó por un prudente perfil bajo y reclamó una nueva comparecencia de Rajoy en el Congreso, a fin de, al menos, no desperdiciar el evidente impacto informativo.
Otras respuestas han exagerado lo sucedido este miércoles en la Audiencia Nacional, y han dado por hecho acontecimientos que -aún- no se han producido. El Mariano Rajoy que ayer salía en directo en televisión mientras Pedro Sánchez pedía solemnemente su dimisión con hashtag incluido (#OposicióndeEstado), no difería un ápice del que el 15 de mayo pudo leerle que "la primera medida que tomaré como Secretario General será pedir la dimisión de Mariano Rajoy". Dos meses, una semana y cuatro días ha tardado Sánchez en cumplir su celebrado tweet. Dadas las circunstancias, ya podía haber seguido reservando esa artillería hasta un momento más fructuoso.